Gisela de fuego (Pirama) Hace mucho tiempo, en una era mítica donde los pájaros aún poseían dientes, los gigantes no eran más que colosos en movimiento y el canto de las aves llenaba el aire, una historia mágica comenzó a desplegarse en un invierno especialmente frío y nevado. En medio de este paisaje de ensueño, un acontecimiento extraordinario tuvo lugar: bajo el cobijo de una flor, una ninfa vino al mundo.
Esta ninfa, dotada de una belleza única y una esencia celestial, era especial desde su nacimiento, pues sus padres eran nada menos que dioses. Con el deseo de honrarla y protegerla, le otorgaron un regalo único y poderoso: el don del elemento fuego.
Gisela de fuego (Pirama) con este regalo, la ninfa llevaba consigo la chispa de la vida misma, capaz de encender el mundo con su calor y su resplandor. Su presencia traía consigo un equilibrio entre la calidez y la luz en medio del frío y la oscuridad del invierno. Como un faro en la noche, ella irradiaba fuerza y esperanza en un mundo que aún no había descubierto toda su magia.
Así, la historia de la ninfa del fuego se convirtió en una leyenda que perduró a través de los tiempos, recordándonos la importancia de la luz en medio de la oscuridad, la esperanza en medio de la desesperación. Y aunque los pájaros eventualmente perdieron sus dientes y los gigantes se convirtieron en montañas, la llama de la ninfa del fuego continuó ardiendo, recordándonos que incluso en los momentos más fríos y oscuros, siempre hay una chispa de vida y belleza que nos guía hacia adelante.